Conocí a Rosalía pocos días antes de que el mundo se detuviera, justo cuando las cosas empezaban a ponerse raras. Al llegar a la habitación del hotel West Hollywood Edition, la encuentro en modo multitarea: trabajando en una nueva balada, su primer tema en este formato, mientras la peinan. Las instrucciones que da al técnico de sonido son tan claras y precisas como el feedback que da al estilista mientras le pone unas horquillas de mariposas multicolores en el pelo recogido. Hay una pausa en la canción que necesita un ritmo más largo y los caracolillos del pelo deberían ser más grandes, porque cada detalle importa cuando te encaminas a conquistar el mundo.
Rosalía tenía previsto volar de vuelta a casa en España, donde la crisis del COVID-19 estaba empeorando, un par de días después, pero el confinamiento obligó a un repentino cambio de planes. Subió unas fotos suyas a sus cuentas de Instagram y Twitter sonriendo en la habitación del hotel, con un equipo de grabación junto al siguiente texto: “Me monto el estudio donde seaaaa”. Seguido de otro tuit únicamente con un emoji con cara triste y luego otros dos con un ruego y una oración.
La balada a la que está dando los últimos retoques, Dolerme, trata sobre una relación fallida pero, cuando se lanza a finales de marzo, se acompaña de una ilustración en tonos azules de una chica que se parece a Rosalía, tumbada en la cama con un móvil, un cuchillo, un chihuahua con cara de pocos amigos y una mascarilla quirúrgica tirada en el suelo. En un mensaje a sus fans escribe: “Muchos estamos en cuarentena y muchos dejándose la piel fuera de casa. Yo estoy en cuarentena y he perdido un poco la noción del tiempo porque decidí que no iba a pensarlo demasiado y que en cambio iba a poner mi energía y mi corazón en hacer algo para los demás, a mi manera. Sé que lo que yo hago como artista puede parecer prescindible, para algunos lo será, pero para mí poder hacer música es salud mental… espero que os haga sentir un poco mejor como a mí cuando la hice”.
Como me cuenta poco después la manager de Rosalía, Rebeca León, el plan original no era lanzar ese tema sino otro. Pero dadas las circunstancias actuales, Rosalía decidió cambiar de rumbo. “Me enseñó la canción la semana pasada y al escucharla me puse a llorar. Es muy emotiva y provoca una reacción muy poderosa”, comenta León. “La música, al fin y al cabo, es sanadora. La música tiene ese increíble poder, sin importar lo que esté sucediendo en el mundo”.
Se me hace raro estar escribiendo sobre una estrella del pop en este preciso momento pero el hecho de que sea Rosalía hace que, en cierta manera, no parezca tan inapropiado porque ahora, incluso más que antes, es como un símbolo del momento en que vivimos. Quizás sea por la manera en que parece haber surgido de la nada, consolidada, como una estrella del pop mundial en ascenso. O la manera en que su música y su estilo fusionan culturas y tradiciones haciendo referencia a una variedad de formas artísticas y reflejando nuestras vidas interconectadas. O quizás sea por su seriedad y disciplina, por su amplia formación y por su gran pasión. Rosalía tiene tan solo 27 años aunque parece más joven, pero emana tanta fuerza que hace que seas consciente de la ligereza con que se suele utilizar esta palabra.
Cuando nos vemos a principios de marzo, aún podemos movernos con libertad y seguir con nuestra vida con normalidad a pesar de que cada vez hay más indicios que señalan que todo está a punto de cambiar. En el asiento trasero de un SUV, de camino a un estudio de grabación en Hollywood con su equipo, tengo oportunidad de admirar de cerca las famosas uñas de Rosalía. Son largas y puntiagudas con trocitos de una cámara antigua incrustados en el gel, como si fueran fósiles del futuro conservados en ámbar.
Cuando llegamos al estudio, desaparece entre bastidores para hacer su impresionante calentamiento vocal operístico. Al cabo de un rato, aparece con una camiseta oversize estampada y unas enormes botas de plataforma hasta el muslo, se sienta en un taburete e improvisa un juego de asociación de canciones para un vídeo que está grabando para esta revista. Se lo toma tan en serio como todo lo que hace, es decir, mucho. Pregunta si una de las palabras es correcta. Hace varias tomas de su propia canción, a pesar de que todas ellas suenan perfectas. Comprueba el monitor y opina que la luz de su cara es demasiado fuerte. Hace una sugerencia, ajustan las luces y es cierto, se ve mejor. Si esto la hace parecer una diva, no es lo que pretende; su amabilidad con todos los que la rodean es sincera: su equipo, conductores, camareros, los fans que interrumpen. Sencillamente, tiene un enfoque personal y ese enfoque lo abarca todo.
En enero, Rosalía interpretó dos temas en la 62 edición de los premios Grammy. Alicia Keys la presentó como la “sensación española que ha despertado al mundo”, y es cierto; hay algo en su música que te empuja a prestar atención. Vestida con un body blanco con flecos y unas sneakers con plataforma, cantó a pleno pulmón una electrizante versión de Juro Que delante de unos paneles de espejos, acompañada por un guitarrista flamenco. Las luces del escenario se encendían y apagaban, haciéndola parecer un relámpago. Para su interpretación del tema Malamente, se le unió un grupo de bailarines vestidos con monos rojos. Unas horas antes, esa misma tarde, se hizo con el Grammy al mejor álbum latino de rock, urbano o alternativo. Estaba también nominada en la categoría de mejor artista revelación, la primera para un artista que canta enteramente en español (Billie Eilish lo ganó finalmente).
“La experiencia de los Grammy la verdad fue… Wow”, me cuenta después, tras aceptar amablemente hacerse unas fotos con dos mujeres que nos habían estado observando y grabando a escondidas mientras comíamos sushi. “Fue mucho para mí. Toda mi vida viendo a los artistas que más admiro tocando en ese escenario, ¿sabes? De golpe, ver que podía cantar flamenco y bailar un pedacito de seguidilla, te juro que me sentí tan agradecida, tan arropada.Hasta lloraba en el coche de camino cada vez que tenía ensayos. No podía creerme que eso me estuviera pasando”.
Rosalía, cuyo nombre completo es Rosalía Vila Tobella, se crió en Sant Esteve Sesrovires, una pequeña localidad al norte de España, en Cataluña, a unos 40 kilómetros en las afueras de Barcelona. Su madre trabajaba en un negocio familiar que fabricaba placas metálicas y su padre trabajaba en la construcción. A Rosalía y a su hermana mayor, Pilar, siempre las animaron a ser creativas. Corrían de aquí para allá junto a sus nueve primas, jugando en la montaña, disfrazándose, cantando, inventando historias y yendo a la feria para ver actuar a grupos.
Sus padres le inculcaron el amor a la música, animándola a cantar desde muy temprana edad. Hay una historia que se ha hecho famosa sobre cómo su padre le pidió que cantara en una reunión familiar cuando tenía siete años, y cuando abrió los ojos después de la actuación, los adultos estaban llorando. Con nueve años, empezó a aprender guitarra y solfeo siguiendo un método de lectura y canto que se usa para enseñar habilidades auditivas y de entonación y a los 10 años ya sabía que quería ser cantante. “Quería estudiar”, cuenta. “Quería aprender”.
El flamenco, género musical con el que se asocia más a menudo a Rosalía, combina varias tradiciones del folclore de Andalucía, en el sur de España, y está estrechamente relacionado con el pueblo gitano. Las fábricas que hay en las afueras del pueblo de Rosalía atrajeron a trabajadores procedentes de Andalucía, y sus hijos, los compañeros de clase y amigos de Rosalía, la introdujeron en el flamenco. “Hasta los trece años no había escuchado flamenco en mi vida”, explica. En su caso, la música siempre había cumplido una función espiritual, la hacía sentirse conectada, la calmaba, la hacía avanzar, pero el flamenco arraigó en su imaginación de una manera en que nada lo había hecho antes. “El flamenco es una de las músicas más sinceras que existen”, afirma. “Más honesta, más pasional, más visceral”. Empezó a estudiar cante flamenco así como piano, instrumento con el que ahora compone.
A los 19 años, fue admitida en la Escola Superior de Música de Catalunya y tuvo de profesor a José Miguel Vizcaya, conocido como Chiqui de la Línea, profesor de flamenco legendario que admite solo a un estudiante por año en la universidad. Sin contactos en la industria, comenzó a actuar en bares y en bodas dando muestras de su talento.
En cualquier caso, su éxito llegó pronto, pero ella cree que se tomó su tiempo. “Nunca tuve prisa por hacer mi primer disco”, afirma. “Hasta que no tuve claro cómo lo quería, no lo hice”. A los 17 años, conoció a un manager que representaba a un artista importante en España y le propuso un proyecto que sonaba muy pop. “Para mí fue como: No, ese no va a ser mi primer disco”, cuenta Rosalía. Así que lo rechazó. Finalmente esperó hasta los 22 años para componer su primer álbum y lo hizo por su cuenta dándole tiempo a estudiar y a asimilar todo ese conocimiento. Se empapó en muchos tipos de música y los sintetizó de forma única y ordenada. “Quiero que cada disco sea diferente, que esté vivo”, declara.
En su opinión, lo que realmente marca la diferencia en el trabajo de un artista es tener una dirección clara. Desde que comenzó su formación académica y tras operarse de las cuerdas vocales a los 16 años, se ha entregado en cuerpo y alma a su música. “La gente puede pensar: qué vida tan jijijaja, pero es todo lo contrario”, afirma. “Estoy en el estudio todo el tiempo, picando piedra”. Todo se basa en la disciplina, en “¿cuánto te importa tu visión de las cosas y serle fiel?”
Rosalía estaba aún en la universidad en febrero de 2017 cuando lanzó de forma independiente su primer álbum, Los Ángeles. Ese verano, actuó en un festival de flamenco en un teatro de Madrid ante un público de unas 50 personas, entre los que estaba el cantante y músico colombiano Juanes, cuya representante era la actual mánager de Rosalía. “No es una persona teatrera ni exagerada”, cuenta León sobre Juanes. Pero cuando escuchó a Rosalía cantar, “Recuerdo que dijo, ‘Me puse a llorar; creo que probablemente es la artista más importante que se va a ver en los próximos 50 años’”. “Me decía: ‘Es única. No tienes ni idea. Esta chica va a cambiar la música’”.
Unos meses después, en diciembre, Juanes invitó a Rosalía a cantar un dueto con él en el concierto que iba a dar en el WiZink Center de Madrid. León cuenta que se quedó sorprendida cuando Rosalía sugirió interpretar un tango. “Recuerdo que pensé que era muy valiente”, dice. “No muchas personas se atreverían con un tango”. Rosalía la impresionó aún más cuando llegó a la prueba de sonido y parecía “una auténtica jefa sobre el escenario, la forma en que le decía al tío que había en el control cómo quería el micrófono que se iba a colocar en la oreja y cómo movía las cosas del escenario”, relata la mánager. “No podía creer el poder que emanaba esa mujer. Era de locos. Me dejó KO”. Al mes siguiente, León firmó un contrato con ella.
El segundo álbum de Rosalía, El Mal Querer, publicado en noviembre de 2018, comenzó como el proyecto de su trabajo final de carrera. Su idea era hacer un álbum conceptual sobre una relación tóxica: “Esa relación que sabes que va a ir mal pero, pese a lo que sabes, sigues adelante y lo haces igualmente”, explica. “Quería investigar la posesión, los celos y hablar desde una relación de amor oscuro”.
Produjo el álbum junto a Pablo Díaz-Reixa, más conocido como El Guincho, durante un período de dos años, en el diminuto apartamento que él tenía, un quinto sin ascensor, en el barrio del Born de Barcelona. “Lo hicimos con una tarjeta de sonido, un micro, dos ordenadores y un teclado MIDI”, comenta. “Sólo Pablo y yo”.
Esa visión personal se extiende a sus vídeos musicales, cada uno de los cuales es una hazaña compleja que son nada menos que toda una referencia. En el vídeo de Malamente, conduce una moto poniéndose en la piel de un toro que lucha contra su amante torero. El vídeo del single Aute Cuture está ambientado en un salón de uñas; Rosalía interpreta a la jefa de una beauty gang que controla la ciudad a través del nail art. “Desde hace muchos años, he sido una apasionada del nail art y me hago las uñas constantemente con diferentes nail artistsde todo el mundo”, afirma. “Siempre que he viajado he querido ver cómo lo hacen en otros países. Es un arte muy efímero, pero es un arte, una pequeña obra de arte en miniatura”.
Una de las razones por las que Rosalía es única en su especie es el hecho de que haya alcanzado el nivel de estrella del pop mundial manteniéndose siempre fiel a sus raíces. Dos de sus sencillos, Malamente y Pienso en Tu Mirá, se convirtieron en éxitos mundiales y entre sus fans están Frank Ocean, Dua Lipa, Billie Eilish y las Kardashians. El año pasado, en el periódico español El País, el periodista Guillermo Alonso señaló que la cantante destaca entre las estrellas del pop español que han alcanzado la fama mundial, ya que lo hizo “utilizando a España como su signo de identidad”. En otras palabras, “no canta en inglés, no tira de productores suecos, no ha tenido que hacer duetos con estrellas británicas o estadounidenses y no se ha ido a vivir a Miami”, escribió.
Todo esto, en parte, hace que la controversia que la ha rodeado resulte sorprendente. Algunos la han acusado de apropiarse del flamenco y de la cultura e imaginería andaluza. “¿Por qué Rosalía, que hablando es una pija, cuando canta utiliza palabras en lengua gitana y las pronuncia como una andaluza?” escribió la activista gitana Noelia Cortés en Twitter. “Si no creyera estar robando nada, pronunciaría con su acento natural, no se disfrazaría de algo que en su habla normal no es ni por asomo”. Rosalía se sorprendió mucho. El flamenco era una parte integral del tejido cultural del entorno donde creció. “La cultura andaluza está presente en Cataluña porque siempre ha habido inmigrantes procedentes de esa zona”, afirma. “Eso es así. Es un hecho. El flamenco está muy presente en Cataluña”. El flamenco en sí mismo es una fusión de culturas (romaní, sefardí, morisca, española) y su influencia se puede encontrar en todo tipo de música popular. Sin mencionar que muchas de las influencias tempranas de Rosalía, como Frank Sinatra, Bob Marley, Bob Dylan o David Bowie, no provenían de España. “Es tan bonito, tan interesante que, en un mundo globalizado, estemos involucrados en muchas culturas diferentes y no sólo en la cultura que tienes alrededor”.
Pero no ha sido la única crítica que ha recibido. Cuando su single inspirado en el reguetón Con Altura, realizado en colaboración con el cantante colombiano J Balvin, ganó el premio al mejor vídeo de música latina en los MTV Video Music Awards de 2019, algunos se preguntaron si, al ser española, tenía derecho a optar a ese premio. Tras el lanzamiento de Milionària, su primer tema en catalán, algunos también la criticaron por usar palabras que no existen en catalán y españolizarlas.
León sostiene que la controversia es una señal de que algo está funcionando. “La gente no se siente cómoda con lo que ella hace porque está cambiando las cosas”, argumenta. “Hoy en día, cualquier niño en cualquier habitación en cualquier lugar del mundo tiene acceso a cualquier tipo de música. Podrías estar en tu habitación en la India y estar escuchando a Justin Timberlake, por lo que sería lógico que lo consideraras como una influencia, porque has crecido escuchándolo. No tiene que formar parte de tu cultura para convertirse en una influencia”.
Rosalía cree que lo importante de hacer música es que salga del corazón. “Estudié esta música por el amor que le tenía e intento hacer mi música desde esa posición de respeto por una tradición que amo profundamente”, asegura. No permite que las críticas la afecten. Cuando piensa dónde está hoy, la única palabra que le viene a la cabeza para describirlo es “mind-blowing” (alucinante).
Ha pasado menos de un año desde que se topó por primera vez con los paparazzi esperando fuera en la puerta de su estudio de grabación. Y cuando piensa en quiénes están entre sus fans, no da crédito. “¡No sé! ¡Gente que forma parte de la cultura popular del mundo entero! David Byrne vino a mi concierto en Nueva York. Y Caetano Veloso. Y Frank Ocean. ¡Casi me da un infarto!” Recuerda cómo, cuatro años antes de ese concierto, publicó un vídeo en YouTube. “El primer vídeo de mi canal de YouTube (aún puedes verlo) soy yo cantando el único coverque he hecho en mi vida, Thinkin Bout You de Frank Ocean. ¡Dios mío!” Aún se sorprende. Por todo en general. El artista de música electrónica, James Blake resalta en ella la ética del trabajo como la clave de su éxito. En la colaboración que hicieron él y Rosalía para el tema Barefoot in the Park, comenta, “le di la premisa de la canción y ella hizo lo que mejor se le da. Fue muy rápida y extremadamente profesional… Estaba súper concentrada, pero al mismo tiempo demostraba su creatividad y musicalidad”. León opina que fue así porque estaba preparada para ese momento. “Ha estado trabajando en esto de manera muy disciplinada durante años”, asegura. “Siempre utilizo la metáfora de que ella es como Batman en la cueva”, refiriéndose al lugar donde Batman encuentra su alma en Batman Begins. “Cuando entra con los maestros y sale convertido en Batman. Esa era ella. Ella fue y estudió flamenco con su maestro, Chiqui, durante ocho años. No salió. No salía de fiesta. No tenía novios. No tenía una vida. Todo lo que hizo fue estudiar flamenco y trabajar duro. Eso es lo que hace que te conviertas en alguien tan preparado. No está aprendiendo sobre la marcha. Está preparada. Más que cualquier otro artista que yo haya visto nunca”.
En definitiva, Rosalía sabe que no puede controlar cómo van a acoger su música. “Con la música, nunca puedes prever lo que va a pasar antes de hacerlo”, afirma. “No depende de ti. Pero si lo has hecho desde tu corazón y desde tu verdad, la gente lo va a notar”.
Peinado de Panos Papandrianos y maquillaje de Romy Soleimani, ambos en The Wall Group; manicura de Yvett Garcia; producido por Michelle Hynek en Crawford & Co. Productions; estilo de utilería por Ali Gallagher en jones Mgmt.
Este artículo apareció originalmente en inglés en la edición de Verano 2020 de ELLE USA.